lunes, 6 de abril de 2009

Saturnino Huillca




En una hacienda de Chhuru, igual a tantas otras con todas las características que corresponden a las haciendas en Cuzco por los años `50, nacerá de las entrañas del dolor y el sufrimiento de un cuerpo mutilado por la opresión, una luz de libertad que iluminará el sendero de la liberación sindical en Perú.
El cuerpo que se abrirá en esta luz es el de Saturnino Huillca, analfabeto, sin conocimientos teóricos ni paradigmáticos sobre las relaciones sociales de explotación, pero que sin embargo las tenia impresas en manos laceradas por inhumanas jornadas laborales y en el hambre que el estomago de sus hijos le gritaba. Encarnará la rebelión misma de la sangre de un pueblo, que reclama ser escuchado, que reclama poder respirar sin permiso, comer sin culpa, y soñar sin delito en ello.
Enfrentando las adversidades que lo apaleaban como aludes al servicio de los gamonales (hacendados), uno por uno los fue sobre pasando… cada vez más solo, más viejo, más agredido y acosado, cada vez más juzgado por sus pares y sentenciado por sus adversarios… cada vez más seguro de estar en el camino correcto.
De lágrimas de sangre se curtió la tierra de las haciendas, mientras este campesino avanzaba…de un lado a otro con la sombra de Emiliano Humantica a su abrigo, que muerto seguía levantando y acrecentando su sangre…avanzaba mientras los vientos de hambre azotaban a su familia y los azotes doblegaban a su mujer solo por la condena karmática de llevar el apellido del insolente Huillca. Pero en lugar de amedrentarlo eran el carbón que encendía el fuego que de su boca salía al gritar por quienes eran aplastados en la prepotencia y el abuso.
Contra corriente nado toda su vida, acompañado por la melodía de aquellos que recitaban lo inocuo de sus acciones…aún si siguió… por un futuro mas justo e igualitario...




Algo de sus palabras que fueron rescatadas del olvido por el periodista y escritor Hugo Neira Samanez en su libro “Huillca, habla un campesino peruano”:

“…nosotros no tenemos donde arar un ganado porque no hay pasto para nuestros ganados. El agua para ellos. El pasto para ellos. Con el pretexto que eran sus tierras, hacían trabajar a los campesinos sin descanso, todos los días”

“Así nomás dormí en los rincones de cárceles. Tragando mi propia saliva por falta de comida. El hambre me devoraba. Y el corazón me dolía demasiado por el hambre”

“No había castigo para el que robaba. Ni para los hijos de los gamonales, que violaban a las mujeres y a las hijas que trabajaban en las haciendas, no existían cárceles. Ni tampoco para quienes quitaban sus vaquitas a los campesinos. Para esos no había castigo. Esos andaban libre”

“… los españoles truncaron el que nosotros heredáramos las sabias enseñanzas de los antiguos peruanos. Por esa razón hoy nos encontramos de esclavos y la sapiencia de los antepasados no hemos podido heredar”

“Bueno el APRA es la misma oligarquía, APRA se les llama a los millonarios, a los adinerados que explotan el trabajo del hombre se aprovechan de las fuerzas del hombre, tan es así que el hacendado ni paga a los pastores, los hace trabajar gratis. Ese es el APRA con el nombre de gamonal.”

“Mi lucha no ha sido en vano. Mis sufrimientos no han sido en vano. La cárcel que otrora fue mi lecho no fue por gusto (…). Porque el martirio que nos daban los gamonales, los terratenientes y la vil explotación de ellos se esta erradicando desde estos días hasta la eternidad”

“Siempre estaré de pie. No quiero dejar sin terminar esto. Ni tampoco voy a recibir los consejos de otros. Estaré hasta el último, hasta donde den mis fuerzas. Por eso he tomado este camino(…). Sin saber leer y sin saber castellano”

miércoles, 1 de abril de 2009

Lluvia

Las gotas recorren su rostro, espesas van arrasando las capas de maquillaje que pretendían esconderla del mundo. Tan húmedas, tan hidratantes, tan tibias…se deslizaban a un ritmo muy propio sobre su piel nada las apuraba, nada las perseguían, nadie las esperaba, pero ellas sin embargo seguían.
A medida que caían por su rostro, esta extraña se conocía, nunca sintió tan fuertemente sus mejillas, nunca sintió que sus ojos ardían y que en sus labios temblaban sonrisas.
En su peculiar vida el llanto era un refugio al que solo acudía cuando matar o morir era la alternativa. Mucho lloro por no matar lo que le provocaba ira, mucho lloro por no verse muerta en vida.
Pero por primera vez simplemente lloraba. Sin necesidad de una circunstancia de vida o muerte que la apañaran.
Ella junto a él sentía, temblaba, reía, temía… y lloraba una lluvia que daba vida…
Pasado el diluvio, él siempre le decía:

- Llorar te pone mas linda…
A vos... Te amo...